Descubre la Única Fórmula Mágica para Educar a los Hijos

¿Quieres mejorar la forma de educar a tus hijos, pero no sabes por dónde empezar? ¿Buscas mucha información sobre educación infantil, pero ninguna te convence o no consigue aplicarla a diario?

Hoy aprenderás cuál es la base imprescindible para educar a los niños y adolescentes. Te revelaré la fórmula mágica para poder conectar de verdad con tus hijos y guiarle en su camino de crecimiento. Quédate hasta el final para aprender juntos.
 
Casi todos los padres buscamos lo mejor para nuestros hijos, queremos que sean felices, que tengan una buena autoestima y que se amen a sí mismos. Nuestras intenciones son buenas, pero a la hora de la realidad, nos encontramos con mil dificultades. Muchos padres sienten que criar a sus hijos es una carga, una dificultad extrema, no disfrutan viviendo a diario con sus hijos porque se enfocan en que sus hijos cumplan normas, sean disciplinados, atiendan a lo que se le dice. Se preocupan por su futuro, olvidándose del momento presente. 
 
Los niños son seres humanos en crecimiento, que la Vida nos ha prestado para que les guiemos y les acompañemos durante su desarrollo en sus primeros años de vida. Tenemos una gran responsabilidad sobre su Vida, pero también es una gran oportunidad para nosotros de crecimiento personal. La paternidad es la escuela de Vida más grande que exista. 
 
Querer ser mejores padres no significa aprender métodos educativos que se basan en moldear al niño a nuestro antojo, para que sea obediente y un niño bien portado. Eso no es educar, es manipulación y adultocentrismo, un tipo de violencia muy sutil de tipo cultural y social que se basa en la superioridad y la imposición del adulto sobre los niños y adolescentes. Esa violencia está normalizada, por eso no se ve, pero está presente en nuestra sociedad y se transmite de generación en generación, perjudicando la salud mental de los niños y su óptimo desarrollo cerebral.
 
Ser mejores padres es querer mejorarnos como personas, aprender a vivir con gozo y alegría, disfrutar del regalo que nos ha dado la Vida para poder enseñar y acompañar a nuestros hijos con amor, a través de nuestro ejemplo. 
 
Nuestro ejemplo es lo más importante en la educación de nuestros hijos. Podemos enseñar todo a través de nuestro ejemplo. Los niños son esponjas, nos ven, nos observan y nos imitan. Sobre todo, en los primeros 7 años de edad adviene en nosotros la programación cerebral. Todo lo que ven, lo que escuchan y el trato que reciben forman su programa cerebral. Este proceso termina alrededor de los 21 años de edad, siendo los primeros 7 años los más importantes. 
 
El rol del padre, y de todas las figuras que se relacionan con niños, no debe ser él de un disciplinador, una figura de autoridad, un jefe, un policía o un juez. Nosotros debemos ser unos guías amables y preparados y para serlo debemos conocer nuestro mapa de Vida, que, en la mayoría de los casos, desconocemos por completo. 
 
Aquí surge el problema mayor: para guiar a los niños debemos conocernos a nosotros mismos, conocer nuestras emociones, nuestro mundo interior, amarnos y valorarnos por cómo somos, conocer nuestro camino y saber a dónde vamos. En caso contrario, si desconocemos el mapa, ¿cómo podremos guiar a unas personas que confían en nosotros y nuestros conocimientos? 
 
Eso es el inconveniente mayor a la hora de educar. Buscamos técnicas, fórmulas mágicas para educar, aplicamos premios y castigos, manipulaciones y chantajes emocionales para intentar educar a nuestros hijos con resultados nefastos. Y en las escuelas es más de lo mismo, porque muchos de los enseñantes desconocen su mundo interior y pagan sus frustraciones con sus alumnos, imponiendo su autoridad con gritos y castigos, en lugar de aplicar lo único que se necesita para enseñar y educar a los niños y adolescentes: el Amor.
 
Aquí llegamos a la fórmula mágica para resolver todos los inconvenientes y dificultades a las cuales nos encontramos a la hora de educar.
 
¿Por qué la llamo la fórmula mágica? Porque realmente, lo único que necesitamos para educar a nuestros hijos, aparte de nuestro ejemplo de Vida, es amarlos de verdad, o sea de forma incondicional.
 
Ahora muchos padres pensarán: «Yo amo a mis hijos, ¿qué tontería es esta?» Realmente casi todos los padres afirman que aman a sus hijos, que son los más importantes de su vida, pero realmente muy pocos los aman de forma incondicional. 
 
Sé que es un tema delicado y que pueda provocar mucha resistencia en los padres. Pero te aseguro que si permites que esas palabras entren en tu interior, obtendrás enormes beneficios en la relación con tus hijos, de cualquier edad. 
 
Amar de forma incondicional significa amar a tus hijos por lo que son, no por lo que hacen, por cómo se portan, por si cumplen tus expectativas. Significa demostrarles que les ames aunque se equivoquen, si tienen malas notas en la escuela, si no hacen lo que te gustaría que hagan, si no obedecen a tus órdenes, si no quieren comérselo todo, si no quieren lavarse los dientes o recoger su habitación. Todas estas tareas las aprenden con el ejemplo, guiados por su figura de referencia con amor, comprensión y respeto, no hay que imponerlas con malos modos.  
 
Amar incondicionalmente es amar sin condiciones, sin expectativas, sin exigencias, sin manipulaciones, sin chantajes emocionales. Es el Amor más puro, lo que proviene de nuestro corazón, no de nuestra mente. El amor que nosotros conocemos, que nos enseñaron y que nos dieron, es una reproducción errónea del amor, es un amor mental, calculado, no es espontáneo y verdadero. Suena duro porque nos criamos de esa forma, pero es así. Y nosotros podemos cambiarlo, aprendiendo a amarnos a nosotros mismos de forma auténtica para poder brindar a nuestros hijos y a los demás amor verdadero.
 
Muchos niños, aunque sus padres les dicen que los aman, no se sienten amados de verdad, no perciben ese amor por parte de sus padres porque no proviene del corazón. Es un amor condicionado a cómo se comportan los niños. ¿Cómo se puede sentir amado un niño si, cuando se porta diferentemente a cómo nosotros nos esperamos que se porte, es regañado, castigado, o aislado para reflexionar? 
 
De esa forma va perdiendo su naturaleza de niño, porque cuando se porta de forma espontánea, como es normal en un niño, su figura de referencia no lo entiende, lo regaña y lo hace sentir mal. Esa forma de actuar, si repetida en el tiempo, crea un profundo dolor en el niño, influyendo en su autoestima, en su autovaloración, en la percepción de sí mismo. Siente que algo está mal en sí mismo, con consecuencias nefastas en su desarrollo y en su vida adulta. 
 
Aprender a amar de forma incondicional es la auténtica y única fórmula mágica para educar a nuestros hijos, porque nos permite conectar con ellos de forma auténtica, de corazón a corazón. Nuestros hijos empezarán a recibirnos de forma diferente, sentirán que algo ha cambiado, que hay magia en el aire. Sentirán nuestro corazón vibrar, le estaremos transmitiendo amor puro, el amor que necesitan para alimentar su cerebro correctamente y crecer y desarrollarse ópticamente.
 
Si quieres dar un cambio a tu vida y a tu forma de educar, aprendiendo a reprogramar tu mente para poder amarte a ti mismo y brindar amor verdadero a tus hijos, a tus nietos, a tu pareja, y a todas las personas que se relacionan contigo, contáctanos para más información o visita nuestra sesión de servicios online. Tu cambio empieza hoy. Te esperamos.
 
Un fuerte abrazo, Chao. 
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