Carta a mi bebé que se fue al Cielo. Reflexiones sobre el duelo gestacional

Carta a mi bebé que se fue al Cielo. Reflexiones sobre el duelo gestacional

Carta a mi bebé que se fue al Cielo. Reflexiones sobre el duelo gestacional

Tabla de contenido

Queridos lectores,

Mi misión como terapeuta y formador es ayudar a las personas a superar sus dificultades, a sacar lo mejor de sí, y sobre todo a acompañar correctamente a sus hijos. Es una profesión que amo, que llena mi vida y mi corazón. Al mismo tiempo, soy una persona también con mi vulnerabilidad, mis dificultades diarias que intento afrontar siempre de la forma más positiva posible. 

Sin embargo, hay día en el que la vida te pone a dura prueba. Hay sucesos tan difíciles que te derrumban el mundo. Toda la teoría que has aprendido, todo el conocimiento y la sabiduría que tienes en tu equipaje de vida se desvanece y no hay nada ni nadie que te pueda levantar. En estos días no hay teoría que sirva, no hay palabras que te consuelan, te queda solo un dolor por dentro muy difícil de explicar.

Aquel día para mí ha sido el martes 6 de junio de 2023, cuando he recibido la noticia más cruel de toda mi vida, la muerte de nuestro bebé de 7 semanas de vida en el vientre de su mamá. Era nuestro tercer hijo, tan deseado después de mucho tiempo y que llegó de forma inesperada y de la misma forma se fue, tan pronto.

La muerte de un hijo, tenga la edad que tenga, que se encuentre en el vientre de la mamá o que ya haya salido a la luz, es un dolor indescriptible, insoportable, inaceptable. Después de haber llorado por 48 horas seguidas, he decidido escribir una carta a mi bebé fallecido, para darle la importancia que se merece. Al mismo tiempo, para dar a luz un duelo que muchas veces no está reconocido y validado como tal, como el duelo por la muerte gestacional. 

Se calcula que aproximadamente un 10/15 % de los embarazos no llegan a buen fin. Eso significa que mucha gente experimenta ese dolor. Sin embargo, no se le da mucha importancia. Muchos padres prefieren ni contarlo, viviendo ese dolor en solitario. Sin embargo, yo estimo que las personas que viven ese duelo necesitan apoyo, comprensión, validación y reconocimiento de lo que están viviendo.

Veo que hay mucho desconocimiento sobre ese aspecto. Se oyen frases, seguramente bien intencionadas, como:» Significa que tenía que ser así», «Mejor ahora que después», «Lo puedes volver a intentar», «Eres joven, tendrás más hijos en tu vida» «Por lo menos tienes ya a tus hijos», y otras frases más que no podrían ser menos inoportunas y que duelen mucho. 

A nadie se le ocurriría decir estas frases a una madre o a un padre que perdió a su hijo que ya salió a la luz, sea la edad que tenga. Ni nadie le diría a una mujer que ha perdido a su marido, que es joven y podrá tener más hombres en su vida. Sin embargo, no se respeta ese tipo de duelo, que es equivalente, dado que la muerte de un hijo es un dolor inmenso, tenga la edad que tenga, esté en el vientre o ya esté caminando, sea el primero o el quinto.

Con su muerte se van todas las ilusiones, los sueños, las fantasías, llevarlo en tu regazo, abrazarlo, besarlo, acariciarlo. Todo eso desaparece y eso duele, te lo aseguro. 

Duele aún más cuando lo deseaba tanto, con todo tu corazón, con toda tu alma, como me pasó a mí. Es verdad que no lo llevaba en mi vientre, que el aborto espontáneo no ocurrió a mí, pero yo soy una persona muy emotiva y vulnerable emocionalmente y lo vivo intensamente, como si me hubieran quitado una parte de mí. 

Se cree que los padres, siendo hombres crecidos en un sistema patriarcal, deben ser fuertes para apoyar y respaldar a todos. Pero os aseguro que hay hombres, como yo, que sufren mucho en estas circunstancias. Con la misma intensidad que una mujer, y a veces hasta más. Este es un dolor compartido, que involucra a la madre y al padre de la misma manera, y que es difícil de comprender si no se ha experimentado nunca.

Hay mucho desconocimiento sobre acompañamiento emocional. Eso es normal porque desde la infancia nos han acostumbrado a reprimir nuestras emociones, a esconder nuestros sentimientos. Nadie nos ha acompañado emocionalmente como necesitábamos, no nos dejaban llorar, gritar, enfadarnos. Por esa razón nos hemos acostumbrado a ponernos una máscara y a esconder lo que sentimos. La tristeza, sobre todo, es mal vista en nuestra sociedad, algo que debemos esconder.

Por ende, como huérfanos emocionales que somos, es normal que no sepamos acompañar quien siente tristeza, ni sepamos cómo llevar la situación. Decimos lo que nos enseñaron de niños, invitamos a no llorar, a seguir adelante rápidamente para no sentir más dolor. No permitimos el dolor legítimo, que es parte fundamental para superar cualquier proceso de duelo.

Las emociones hay que sentirlas, vivirlas, para luego dejarlas fluir. Hay que sentir el dolor y no taparlo, siguiendo adelante como si nada, como pide mucha gente en ese periodo. Si se queda atrapado dentro de nosotros nunca va a salir, se queda latente y puede explotar en cualquier momento. 

En ese momento no sé cuanto tiempo voy a necesitar para recomponerme, nunca he vivido un dolor tan fuerte como este, que no es comparable con ninguna otra perdida que he tenido en mi vida. Lo que necesito ahora es vivir ese momento de dolor sin máscaras, sin obligaciones, sin tener que ponerme fuerte para los demás. 

Tampoco quiero dar pena a nadie, simplemente quiero defender y legitimar ese dolor tan grande que muchos padres viven en silencio, en solitario, sin darle voz. Lo mejor, para todos los que viven ese dolor o un dolor similar, es ser vulnerables, expresar el propio dolor y sacarlo afuera para dejarlo fluir. Ponerse una máscara y seguir adelante como si nada hubiera ocurrido es, en mi opinión, la peor forma de superar el dolor.

Considero que ser vulnerables y expresar las propias emociones públicamente no sea una señal de debilidad, sino de valentía. Desgraciadamente, estamos acostumbrados desde niños a reprimir nuestras emociones, en lugar de sentirlas y expresarlas libremente. Si reprimimos nuestras emociones, es posible que el dolor y la tristeza se conviertan en crónicos, y pasemos al sufrimiento y a la depresión.

Espero que la sociedad, empezando por el sistema sanitario, pueda reconocer ese duelo, apoyar a las familias que lo están viviendo para darles consuelo y apoyo con el fin de superar ese momento tan doloroso. Por esa razón, quiero dar a conocer mi personal dolor, para empatizar con todos los padres y madres que han vivido esta situación, para que sepan que no están solos. Yo os entiendo y tenéis toda mi comprensión, mi apoyo, mi empatía. 

Para los familiares y amigos que acompañáis el dolor de estos padres, lo mejor que podéis hacer es dar vuestro amor, vuestra cercanía, vuestro apoyo, sin muchas palabras. En estos casos, una simple frase como «Lo lamento mucho , te acompaño en el dolor, estoy aquí para abrazarte y escucharte si quieres desahogarte», vale mucho más que cualquiera otra palabra. No los empujéis a seguir adelante rápidamente con sus vidas, necesitan de tiempo y empatía.

 

En mi caso, la mejor forma que conozco para sacar mi dolor es escribir. Esa carta es para ti, mi Angelita en el Cielo.

Carta a mi bebé

Querida Angelina, 

Soy tu papá y quiero dedicarte unas palabras para honorar tu corta vida entre nosotros. No he llegado a verte, ni a cogerte en mis brazos como hubiera querido. Tampoco tengo la certeza de tu género, aunque dentro de mí siento que eres una niña, por eso te di el nombre de Angelina, porque eres un angelito, el ángel que cuidará de nuestra familia para siempre. 

Tu mamá Daniela, tu papá Marco, tu hermana Michelle y tu hermano Gabriel te esperábamos con alegría, con gozo y esperanza. Desgraciadamente no será así. Tu alma tenía otros planes, ha decidido irse antes del tiempo dejándonos un profundo vacío, un dolor insoportable.

No será fácil aceptar ese cruel destino, aún estoy lleno de dolor, rabia, frustración, incredulidad dentro de mí, que es muy difícil sacarlo afuera. Nunca hubiera querido vivir ese momento en mi vida, pero la vida a veces nos pone a dura prueba y no tenemos otra elección. Seguramente hay un significado detrás de todo eso, que aún no entiendo. Llegará el día en que todo tendrá sentido, donde encontraré las respuestas para poder seguir adelante con mi vida. 

Creo que has venido para dar un mensaje a nuestra familia, un mensaje de amor, para unir aún más a mama y papá, para fortalecer nuestra unión, para ayudar a superar nuestros conflictos, casi todos sin importancia. Para que tengamos más paciencia, amor y comprensión hacia nuestros hijos, para que seamos los mejores guías para ellos, para poderlos acompañar en su desarrollo con amor incondicional. 

El amor para ti, mi pequeña Angelina, es enorme. Papá te deseaba tanto, soñaba cada día contigo, imaginaba el tiempo que hubiéramos pasado juntos con tanto amor y dedicación, que no podía esperar para tenerte aquí conmigo. Soñaba con tenerte en mis brazos, llevarte a todo lado en mi pecho, pegado a ti, para darte todo el amor que siento por ti. 

Todo eso no podré vivirlo contigo, te has ido sin que pudiera conocerte. Mis sueños se hicieron pedazos de un día para otro, sin poder hacer nada para cambiar el destino. No sé donde encontraré la fuerza para seguir sin ti, te has ido destrozando mi alma. Me gustaría cambiar el destino, volver a vivir la ilusión de tenerte en mis brazos, pero sé que no es posible.

Ahora ocupas un lugar en mi corazón, eres mi tercera hija y siempre lo serás. Nadie podrá sustituir o coger tu lugar. Si la Vida me ofrecerá la oportunidad de tener otro hijo, será mi cuarto, porque tú tienes tu lugar en nuestra familia. Nadie podrá reemplazar el amor que tengo por ti, mi pequeña Angelina, eres el amor de papá y siempre lo serás, hasta el día en que mi alma podrá conocerte y abrazarte.

Ahora tú estás en un lugar maravilloso, con otras almas. Quizás hayas conocido al abuelo Paul, y podrás jugar con él mientras tanto. Papá ahora quiere seguir viviendo esa vida, honrarla al máximo para expresar mi verdadero ser y escuchar la voz de mi alma, que aunque ahora esté dolida, algún día se levantará para volver a brillar. 

Tú, dulce Angelina, me darás la fuerza para levantarme, para superar ese dolor, con la certeza de que estás bien, en un lugar precioso y que me acompañarás en mi vida para siempre. Siempre estarás presente en mis oraciones, nunca te olvidaré. Has venido para enseñarme algo, para sacar lo mejor de mí. 

Tu presencia en el vientre de mamá, aunque breve, ha sido una experiencia fantástica para mí, de gozo, de alegría inmensa. Siempre recordaré la ilusión que he tenido cuando mamá descubrió que estaba embarazada. Todos los planes que estábamos haciendo, la alegría de tus hermanos Gabriel y Michelle y de la abuela Lulli, la felicidad de mamá de llevarte en su vientre, a pesar de los miedos inevitables que tiene casi cualquier madre.

Tu llegada ha unificado la familia, nos ha unido en un proyecto familiar basado en el amor incondicional. Aunque no estés presente físicamente con nosotros, seguiremos este proyecto juntos, para honrar tu existencia. Has venido y te has ido sin pedir nada, simplemente para darnos amor y yo te voy a dar todo mi amor para siempre. Ya tienes un lugar especial en mi corazón, haré lo posible para que seas orgullosa de tu papá. 

En los momentos de dificultad, de obscuridad, enséñame el camino correcto. Intentaré seguirlo siempre. Protege a nuestra familia, tu papá, tu mamá y tus hermanos. Todos te llevaremos siempre en nuestros corazones.

Me despido de ti con mucho amor, te dejo continuar tu viaje, con la fe de conocerte de cerca algún día. Nuestras almas algún día se reencontrarán para estar juntas en la eternidad.

Te amo infinitamente mi pequeña Angelina, desde el profundo de mi corazón. 

Tu papá Marco

 

 

Carta a mi bebé que se fue al Cielo. Reflexiones sobre el duelo gestacional

«Esta noche viajaré en mis sueños y una vez más te buscaré en ellos. No me olvidaré de ti, tan bello y tan perfecto mi amado bebé»

8 de Junio de 2023

Facebook
WhatsApp
Twitter
LinkedIn